
Si alguien le hubiera dicho a Enrique Corcuera que ese deporte al que jugaba en su casa de Acapulco (México) iba a ser practicado por varios millones de personas solo algunos años después, le hubiera tomado por loco. Sin embargo, hay ideas que funcionan, aunque nazcan de la necesidad, de la ocasión o del destino. El mejicano Corcuera trató de
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